Acerca de una realidad acuciante y prometedora
*Por Nicolás Laino
No se trata de una vocación ingenua ni de un oficio rudimentario. El punto está en que somos profesionales de la educación. Profesoras y profesores con un recorrido académico, con una formación y un perfeccionamiento constante. Somos formadores y formadoras de sujetos críticos –dudantes– que puedan transformar la realidad social. En esa realidad, también estamos inmersos como colectivo docente que sufre las, ya tristemente célebres, arremetidas políticas y mediáticas.
La degradación salarial, las horas de trabajo no reconocidas más allá de la jornada laboral, la fragilización simbólica de nuestra tarea, las sub-ejecuciones presupuestaria y un largo etcétera, son moneda corriente en nuestro quehacer cotidiano. A eso hay que agregarle las paupérrimas conducciones sindicales que han dejado de representarnos hace mucho tiempo. En definitiva, somos una masa proletaria a la que no le quedan más estrategias que la unión horizontal, el refuerzo de la territorialización de nuestras escuelas con los barrios y el fortalecimiento de lazos solidarios e igualitarios.
Este panorama se ve agudizado por el aislamiento social obligatorio, el cual nos ha eyectado hacia una nueva dimensión de la explotación laboral propia del siglo XXI de la cual nos habíamos mantenido al margen hasta ahora. El teletrabajo es un eufemismo que esconde, bajo la alfombra, la mugre de la auto-explotación y del aumento de los controles y de nuestra exposición. ¿Acaso hemos recibido los correspondientes consejos de las ART acerca de los cuidados de nuestra salud? ¿Alguien ha tomado conocimiento sobre cuestiones de seguridad e higiene referidas a la altura de una pantalla, la distancia de la PC al borde la mesa, el tipo de sillas que debe utilizarse, la cantidad de horas frente a un monitor, entre tantos otros aspectos?
Asimismo, sabemos que las familias de nuestras y nuestros estudiantes viven este proceso de formas muy heterogéneas. Muchas de ellas, no tienen, ni siquiera, los elementos materiales necesarios para asegurar un mínimo contacto virtual. Otras tantas, que quizás sí cuentan con ello, utilizan la mayor parte del tiempo las herramientas digitales por sus trabajos, con lo cual, han quedado trastocados los horarios de los chicos y chicas para acercarse a cualquier actividad escolar. Del mismo modo, tantas otras que están atravesadas por la angustia y desesperación de verse cesanteadas de sus puestos, con reducciones salariales o sin ingresos de ningún tipo.
En este contexto, la mayoría de los equipos docentes de las escuelas privadas de CABA – por no incluir también las bonaerenses – están cobrando sus haberes de forma irregular, sin contar con ninguna certeza acerca de la totalidad de sus sueldos. En el corto plazo, las y los docentes de las escuelas públicas también están en riesgo a raíz de los proyectos que intentan filtrarse en la Legislatura porteña y que reciben un notorio blindaje mediático, sirviéndose de la imposibilidad de que salgamos a la calle a protestar y visibilizar nuestros reclamos.
Compañeras y compañeros: dependerá exclusivamente de nuestra mano el poner un freno al constante avasallamiento que recibimos de parte de las autoridades de las distintas jurisdicciones. El malestar y la convicción de defender nuestros derechos crece por las condiciones actuales, alcanzando incluso sectores que se han mostrado más apáticos o reticentes a las movilizaciones docentes. No podemos dejar pasar esta oportunidad de fijar una posición colectiva clara al respecto: ¡con las/los docentes no!