Docentes como profesionales políticos
* Por Nicolás Laino
La premisa fundamental es: todo es político. La educación no escapa a ello ni tampoco quienes formamos parte de ella, ya sea como docentes o como estudiantes. Los procesos de enseñanza y aprendizaje no son inocentes ni inocuos; esto ya se han encargado de demostrarlo grandes intelectuales y pedagogos. Por eso mismo, debemos reafirmarnos como profesionales de la educación, ya que hemos sido formados/as como especialistas, más allá del nivel educativo en el que nos desempeñemos. Por lo tanto, debemos resistir y dar las peleas necesarias contra los discursos hegemónicos –que calan hondo en el imaginario social– que intentan hacer pasar el trabajo docente como reemplazable por un dispositivo tecnológico o por una persona “voluntaria”, o que lo suponen como mera vocación o como la labor de un artesano.
Hace mucho tiempo que los/as profesores/as de todos los niveles estamos sometidos a una especie de lógica de guerrilla en la que el Estado y la burocracia sindical se encargan de irnos desgastando a través de una progresiva quita en todos los aspectos: desde el componente salarial, pasando por la desinversión en infraestructura y alimentación, reforzando nuestro carácter “descartable”, intentando manipular los centros de formación docente y el estatuto, trastocando los actos públicos y las asignaciones de cargos, entre tantos métodos perversos que no distinguen educación pública de privada.
Asimismo, tenemos un compromiso ineludible con la realidad social que nos toca vivir. La educación obligatoria tiene objetivos bien definidos en sus Diseños Curriculares que son de avanzada, aún más teniendo en cuenta que datan de hace tiempo, como el del Nivel Primario. Entre ellos, siempre aparece la necesidad de formar una ciudadanía activa, que pueda transformar la realidad hacia una sociedad más justa e igualitaria. Eso nos ubica en un lugar de profesionalismo político puesto que debemos poner en práctica, en primer lugar, aquellas actitudes y formas de pensar que pretendemos para nuestros/as estudiantes.
El gobierno de la CABA ha hecho gala de su puritanismo al rasgarse las vestiduras sobre el peligro del ingreso de la política en las escuelas, desconociendo completamente el sentido de las instituciones educativas. Han manoseado y tergiversado, con total mala intención, el significado de lo político, asociándolo a lo partidario, para lo cual se encargaron prontamente de habilitar líneas telefónicas para denunciarnos y crearon listas negras bajo algún eufemismo.
Compañeras y compañeros: precisamente por todo esto, debemos reafirmar nuestro profesionalismo y nuestro compromiso ético para con los pares docentes y toda la comunidad educativa. Por eso es necesario que visibilicemos el componente político de nuestra actividad pedagógica. Una estrategia clave para considerar es la territorialización de nuestro rol, abrir las puertas de la escuela para todo el barrio para estrechar lazos de solidaridad con las familias –muestras de arte, festivales, rifas, bingos, etc.–, poniendo sobre la mesa la dura realidad que vivimos como trabajadores/as y que permita tomar conciencia sobre la posibilidad real de transformación social. En definitiva, eso es lo que se nos exige que hagamos desde los documentos curriculares. Desde la autogestión, podemos llevarlo a cabo.