La multiplicación del trabajo gratuito de las mujeres en pandemia

*Por Marta Martínez (legisladora de AyL)
Hay políticas que repercuten fuertemente en el trabajo diario de las mujeres, sea remunerado o no, porque la división sexual del trabajo limita y determina nuestra vida profesional y laboral. Ejemplo de ello es la feminización de algunas profesiones como la de educación y salud donde se encuentra fuertemente la presencia femenina. El informe del Ministerio de Trabajo da algunas cifras al respecto: en el sector de trabajo en casas particulares, el 99% son mujeres; en la enseñanza, el 73%; y en servicios sociales y de salud, el 71% (y, seguramente, si tomáramos solamente el sector de enfermería, que son les profesionales de la salud que se encuentran más expuestas y expuestos en la pandemia, este número aumentaría).
A cualquier actividad dentro del mercado laboral, además hay que agregarle los trabajos no pagos de cuidado, limpieza y alimentación familiar, que son el 100% del día para aquellas mujeres que no se encuentran en el mercado laboral ya sea por falta de formación o de oferta laboral, y una segunda jornada de trabajo para quienes deben cumplir una en el mercado formal. Uno de los impactos más fuertes lo tuvieron las mujeres empleadas en casas de familia que, dejando de lado algunas acciones vergonzosas de empleadores que exigían que continúen su trabajo a la fuerza, se vieron obligadas a dejar de prestar sus servicios y, en muchos casos, dejaron de percibir sus ingresos. Recordemos que este trabajo se encuentra altamente precarizado: cerca del 70% de las empleadas no se encuentra registrada. Pero, además, muchas mujeres debieron quedarse en sus casas y dejar de trabajar, no solamente porque su actividad pudo ser no esencial en alguna de las fases por las que atravesamos, sino porque, al no tener clases, les niñes generalmente quedan al cuidado de la madre, dado que este es el mandato cultural de una sociedad patriarcal como la que vivimos y porque es más fácil dejar un trabajo peor pago como suele pasar con las ocupaciones feminizadas.
Por otro lado, la afección más fuerte al manejo del tiempo propio lo han tenido durante todos estos meses las mujeres, a las que se les ha multiplicado el trabajo en los hogares, centro de todas las actividades en cuarentena (laborales, familiares, escolares, entretenimiento y angustias de pandemia). En tiempos sin Covid-19, el 89% de las mujeres destinaba, en promedio, seis horas y media diarias a las tareas de cuidado, limpieza y quehaceres domésticos, mientras que sólo el 58% de los varones dedicaba parte de su tiempo a estas tereas, y lo hacía en un promedio de tres horas diarias. En el marco de la cultura patriarcal y sus imposiciones de tareas de cuidado a las mujeres, esta situación se vuelve realmente angustiante en tiempos de pandemia. Las tareas se multiplican, las horas de trabajo virtual se acomodan a las otras tareas pero no desaparecen, el apoyo escolar se profundizó, pero no se multiplicaron las manos con las que se llevan adelante las tareas, dado que las tareas “de la casa y de los hijos” siempre recaen sobre las mujeres en las culturas patriarcales.
Según el informe presentado por el Ministerio de Trabajo, las mujeres aportamos el 15% del PBI con las 96 millones de horas diarias que destinamos a tareas que realizamos de forma gratuita. Si la minoría empresaria que se beneficia con este sistema tuviera que pagar las 96 millones de horas diarias de trabajo gratuito de las mujeres y pagara un salario bajo como el de las empleadas en casas de familia, tendrían que restar de sus ganancias 3 billones de pesos (cerca de 40.000 millones de dólares) cada año.
La imposición patriarcal del trabajo doméstico y las tareas de cuidado a las mujeres está, desde nuestro punto de vista, lejos de poder solucionarse con el pago de un salario a cambio de ese trabajo, un salario que legitimaría un rol que cuestionamos de raíz. La solución tampoco pasa por una división de las tareas entre hombres y mujeres. El único camino materialmente posible para la liberación de las mujeres pasa por la lucha a fondo por derrotar a este sistema y por un mundo en el que todas esas tareas, que hoy caen forzosamente en las mujeres, pasen a ser trabajos realizados fuera del ámbito doméstico, es decir, en comedores, guarderías y lavaderos públicos, en los cuales estas labores sean socializadas y cubiertas, en la misma proporción, por trabajadoras y trabajadores de los distintos sexos. Es sólo a partir de esta transformación radical que es posible la deconstrucción social de los roles de género tal como han existido, hasta ahora, en nuestra historia.
Es por ello que tenemos que luchar como pueblo trabajador en conjunto con las reivindicaciones de la rebelión feminista para derrotar la lógica capitalista patriarcal de explotación y opresión. La pandemia vino a visibilizar la crisis en la cual se encuentra un sistema que todo lo arrasa y cuyas consecuencias siempre pagamos el pueblo trabajador en su conjunto y más profundamente las mujeres.