¿Por dónde empezar?

* Por Nicolás Laino
La pregunta que da vida a este artículo asume una apariencia ingenua o muy amplia, pero es el puntapié inicial que puede guiarnos en esta segunda parte del año. El ciclo lectivo 2020 podrá resultarnos particular o extraño por obvias razones, aunque no debemos pasar por alto que seguimos siendo docentes y, por ende, profesionales de la educación y trabajadores/as de la misma. No hay que perderlo de vista ya que nuestra realidad pasa inadvertida en medio de lo que – en muchos casos – quieren hacer pasar como una excepcionalidad, cuando no una anécdota.
Los/as docentes seguimos padeciendo la pérdida sistemática de nuestro salario real frente a la inflación, las complicadas condiciones laborales que atravesamos en nuestros propios hogares y que acarrean gastos extra, la falta de transparencia en los actos públicos o los pagos en cuotas de los sueldos de colegas de escuelas de gestión privada. Con toda esta conflictividad sobre los hombros, nos enfrentamos a la posibilidad de regresar a las escuelas en un lapso cercano de tiempo.
¿Acaso alguien cree que se puede volver a nuestras instituciones como si nada hubiese ocurrido? La vuelta a la escuela no debe ser un acto heroico de nuestra parte: debe estar garantizado por un marco de seguridad sanitaria y económica. Las escuelas precisan de obras de infraestructura que mejoren baños – tanto de adultos como del alumnado – y aulas; de una gran batería de productos de limpieza (alcohol en gel, lavandina, jabón líquido, etc.); de protocolos que contemplen la presencia del personal docente y no docente (¿quiénes concurrirán y de qué modo?) o la distribución de los espacios y del estudiantado (¿en qué condiciones están las aulas y los espacios comunes?); inversiones en desarrollo tecnológico y de conectividad para complementar los posibles trabajos escolares; entre tantos otros elementos a considerar.
No cabe duda que seremos carne de cañón para el virus. La exposición no se limita al ámbito escolar, sino que también estará en juego en el transporte público que habrá que volver a tomar para llegar a nuestras escuelas. Esto representa un peligro para nuestras propias familias, a las que pondremos en riesgo al regresar a casa cada día. ¿Nos asegurarán hisopados o testeos previos? ¿Nos garantizarán algún tipo de asistencia médica precoz, tanto para adultos como para alumnos/as? ¿Qué pasará en caso de que se presente algún contagio al interior de una escuela? ¿No es una responsabilidad excesiva para los equipos docentes sostener una jornada escolar en cualquiera de sus formas?
Volvamos a la pregunta que titula estas líneas. ¿Por dónde empezar? Las ideas aquí presentes no son una verdad absoluta ni revelada. Son simples reflexiones de la realidad a la que estamos – y estaremos – expuestos/as. ¿Por dónde empezar? Por hablar de estos asuntos con nuestros/as colegas, pero también con la comunidad educativa entera para profundizar los lazos de solidaridad y seguir territorializando las problemáticas asociadas a la escuela, para fomentar una conciencia colectiva que nos permita plantarnos frente a las autoridades y no dejarnos pisotear como si fuésemos títeres del poder. Somos profesionales de la educación.