¿Publicidades “feministas” para abolir el patriarcado?
*Por Ivana Cantarella (docentes de AyL)
Decir que una publicidad es una impostura, es pura tautología. Pero parece que cada día que pasa, con cada muerte, producto del extremo de la violencia contra las mujeres y las disidencias, nos obliga a tratarla en esos términos.
Este 8M, este día internacional de la mujer trabajadora -hubo que poner mucho el cuerpo para que vuelva a tener este significado y salga de aquel significante floral y chocolatero que tanto daño causó- presentó todos los condimentos de las publicidades: apariencias, modismos y distorsiones. Ficciones políticas para hacer creer que se está haciendo algo para paliar una realidad, terrible realidad, que atravesamos las mujeres y disidencias todos los días.
Pero no podemos negar que hay política, es decir, que hay un cúmulo de políticas que, si bien son el resultado de lo que millones impusimos en las calles, resultan ser superficiales a la hora de dar respuestas efectivas a los problemas reales, porque las instituciones que pretenden llevarlas adelante son patriarcales y, por lo tanto, son parte del problema (por no decir que son el problema).
Son instituciones creadas por y para el capitalismo, que reproducen la desigualdad de clase y, con ella, la desigualdad de género. Por definición no pueden solucionar las desigualdades ni de las mujeres como mujeres, ni de las mujeres como trabajadoras ni de la clase en su conjunto. Algunos plantean que es un comienzo en desarmar la desigualdad, pero son los mismos argumentos posibilistas de siempre, que priorizan lo “posible” por sobre lo (supuestamente) “utópico” y, en ese camino, sólo logran medidas superficiales que nunca ni siquiera amenazan con cambiar la realidad cotidiana de la opresión de género.
Tratarlo en la superficie es lo único que hacen cuando la supuesta “re-educación cultural” que promueven no es más que una serie de campañas publicitarias y nada tiene que ver con considerar dicha educación como un espacio de lucha, que tampoco puede ser el único. Porque, mientras la implementación de la ESI sigue siendo una lucha del movimiento feminista en las escuelas, los espacios publicitarios del gobierno hablan ahora desde el micromachismo: “lo que hacés sin pensar, empecemos a pensarlo”. Sin embargo, esto no cambia las cosas para nada, porque que no nos digan más que somos un desastre en la cocina en nada cambia el hecho de que seguimos en la cocina, aunque, por supuesto, de un modo menos incómodo.
La genealogía del Estado es la explotación y por esto en el fondo no quiere hacer nada. Por esto no hay asignación de presupuesto suficiente para que las mujeres que sufren violencia puedan irse de las casas, en las que se ven obligadas a convivir con sus agresores porque no tienen medios económicos para poder irse. Sin presupuesto, entonces, no hay fin de la violencia de género.
Y todo esto se agrava cuando este Estado capitalista y patriarcal levanta la bandera de la lucha contra la violencia de género y disidencias, con el mismo objetivo que lo hace con las de de los DDHH: no para que se desarrollen la lucha contra el patriarcado y contra las violaciones de derechos humanos (pasadas, presentes y futuras), sino para que se fortalezcan gobernantes que no tienen ningún interés en terminar con el patriarcado, que nunca lucharon por el juicio y castigo de los genocidas hasta que vieron que eso podía darles un beneficio político, y que buscan construir poder político no para mejorar la vida del pueblo trabajador sino para ordenar toda la economía argentina en torno al pago de la deuda de Macri con el FMI. Lo mismo sucede cuando el gobierno cuestiona a la Justicia: utiliza la lucha contra los femicidios y travesticidios para implementar una reforma judicial que no frenará estos crímenes patriarcales pero sí puede fortalecer políticamente al gobierno. ¿Perverso? ¡Sí, absolutamente! Aquí está el obstáculo.
No se trata entonces de profundizar las políticas que ya se tomaron, en el marco que se tomaron, sino de cambiar el marco de raíz. Si seguimos confundiendo la superestructura (cultura patriarcal) con la estructura que la hace posible (modo de producción capitalista de explotación), vamos a seguir siendo asesinades. Porque en esta confusión se juegan la partida para seguir dirigiendo una maquinaria que beneficia a unos pocos (mayoritariamente hombres, por más que se maquillen de feministas).
La dirección posibilista se convierte en un engaño y la autoorganización la única salida.